lunes, 27 de septiembre de 2010

Joe Satriani: Black Swans and Wormhole Wizards

Hace ya un montón de años -tantos que ya ni recuerdo cuantos, lo cual no deja de ser un poco desazonador, dicho sea de paso- descubrí a este pionero de la guitarra y músico con mayúsculas.

Recuerdo vibrar al descubrir "One big Rush" como he hecho con pocas obras. Recuerdo parar el cassette, rebobinar y vuelta a empezar. Parar el cassette, rebobinar y vuelta a empezar, parar el cassette, rebobinar y vuelta a empezar...

O viajar con algún amigo atormentado en el Twingo y martirizarle a base de reposiciones para que apreciásemos la perfección del bending.

También el día en que una persona que me dió un par de clases de guitarra me preguntó algo así como: A dónde quieres llegar con el instrumento?  A lo que mi quinceañera mente no acertó más que a contesar: "Yo quiero volar y tocar como Satriani".

O cuando hace tres años tuvimos la suerte de verlo en directo en Valencia,  lo mucho que me impresionó el dominio y control que demostraba con el instrumento.  

Creo que a lo largo de mucho tiempo fui tan pesado con la música de este hombre que por eso mis amigos un buen día empezaron a llamarme Joe...

El día 5 de octubre publica su nuevo disco, bajo el interesante título "Black Swans and Wormhole Wizards", que no sé bien si tendrá que ver con el concepto expuesto por Nassim Taleb en su obra omónima o con los agujeros de gusano propuestos por los cosmólogos. Aquí el adelanto de uno de sus temas, explicado por él mismo.




Con el paso del tiempo, los gustos evolucionan (también las técnicas aplicadas al instrumento) y dejas de prestar atención a la música con la que has crecido y que tanto te ha henchido. Sin embargo, su música, junto con la de algunos pocos elegidos más, sigue siendo lo más parecido a la sensación de volver a casa que se puede experimentar. Un montón de años después, me siguen llamando Joe. Gracias!!

viernes, 24 de septiembre de 2010

Imogen Heap

La historia de cómo descubrí esta maravilla para los sentidos es kafkiana, en la que se entremezclan una tarde de domingo, una actuación de danza, una siesta robada y un despertar. Más bien uno de esos en los que sientes que eres la única persona en el mundo, el único afortunado al que colma un sentimiento de eudaimonia, el único invitado a una la función del teatro de los sueños, de la naturaleza y la vida.

Así, rodeado en mi soledad, fue como descubrí una música, que directa del espinazo a la ultima de mis terminaciones nerviosas, había culminado en una gota brotando de un lagrimal, deslizándose descarada para mi sonrojo, y que un bostezo inocente no hizo más que tratar de disimular.

De vuelta a la realidad -ya finalizada la actuación-, uno descuida fácilmente sentimientos y vivencias, y se diluye en el día a día, día tras día. Y como no podía ser de otra manera, ese instante cayó en el olvido...

Por suerte, en ocasiones, el devenir depara sorpresas, y en una de esas casualidades alguien me pidió que escuchara una canción. El final de la historia es esta recomendación de una música alucinante.




Gracias Ana por recordarmela!!